
¿Crées que un título respalda lo bueno que eres en algo?
Hace unas décadas, la preparación para ejercer una profesión comenzó a tener fuerza en la sociedad. La idea de preparar a nuevos profesionales cada vez más especializados en un sector era algo que iba a materializar un sistema moderno, sofisticado y avanzado.

Una sociedad mejorada necesitaría un sistema moderno y actualizado que sepa suprimir esas nuevas necesidades del futuro. Esto dio lugar a un nuevo sistema educativo, entre otros. Ahora, aquel que quería ser médico, se le ponía a su disposición un sin fin de información y conocimientos con el propósito de poder forjar a personas altamente cualificadas para ejercer aquellas funciones que se les exijan.
En la actualidad, el nivel de cualificación de algunos profesionales sobre materias especificas es excepcional, pero no es un dato representativo que englobe a la mayoría.
Hoy en día, que alguien posea un título es una desventaja para el bien general. El hecho de dotar la aptitud a una serie de personas que demostraron disciplina durante su preparación no debería ser suficiente. De hecho, la gran mayoría de los estudiantes, a la hora de aprobar un examen o adquirir el título no tratan de mantenerse actualizados, olvidándolo todo o parte de lo aprendido.
Con el tiempo, estos últimos pasan a ser tan valorados como los primeros. Un inconveniente que acaba en tragedia en múltiples sectores enmascarando a profesionales incompetentes como personas altamente cualificadas en el sector.
Por ello, la característica o conducta que debería presentar todo aquel que decida estudiar es la pasión. De hecho, todo aquel que destaca en algo es porque realmente le gusta, le pone pasión en lo que hace. Y junto a la pasión nace la obsesión por la perfección.
Antiguamente, todo aquel que quería ser algo, tan solo tenía que rodearse de aquellos que ya ejercían ese puesto y aprender de ellos, pura práctica que emerge de la pasión y necesidad de superación de cada uno. En ese momento nacían verdaderos profesionales que realizaban su labor casi en un estado de gratitud constante en la que las jornadas se alargaban a 12h diarias y aún acababan con ganas de seguir el siguiente día.

Un gran ejemplo es mi abuelo Emilio, que de joven se interesó por ser herrero, y posteriormente albañil. Él y otros muchos vivieron tiempos duros pero consiguieron ser grandes profesionales en lo suyo sin necesidad de pasar horas y horas en un aula. Para ellos, lo primero era la práctica y tras el error aprendían y mejoraban.
Ahora, el sistema educativo actual a modificado esa forma de aprender. Antepone la teoría a la práctica formando, en muchos casos a grandes incompetentes. Induce el temor de probar por no errar forjando a personas débiles y obedientes incapaces de “autoliderarse”. En otras palabras, buenos empleados o funcionarios.

Uno de los mayores problemas que enfrenta nuestra sociedad es la falsa preparación. Miles de futuros profesionales terminan su enseñanza sin saber nada sobre salud, “nutrición humana”, deporte, educación financiera, medio ambiente, psicología y sus variantes. E incluso sin saber gestionar sus propias emociones confeccionando una población más susceptible a contraer enfermedades como la depresión, alzheimer, cáncer y otros, como bien detalla la escala de vibraciones de David hawkins.
Durante mi trayectoria profesional he tenido el privilegio de conocer a personas altamente cualificadas sin tener un solo título bajo su brazo. Personas que ante cualquier situación eran capaces de salir victoriosos con su ingenio. Personas capaces de vender cualquier cosa con sólo una mirada. Y si algo he aprendido de ellos es que el estudio no lo es todo.
Lo que hace a un verdadero profesional no son los papeles que acreditan sus conocimientos sino su ganas, la pasión y obsesión por hacer.
Ahora imagina a una persona que por circunstancias de la vida no tuvo la posibilidad de formarse académicamente pero que su pasión siempre ha sido la nutrición. Se pasa el día entero leyendo estudios científicos y libros escritos por importantes entidades en el sector, y así lleva más de 10 años.
¿Realmente crées que no es tan competente como los titulados?
Ahora imagina el enfermero que consiguió el título hace más de 4 años y que desde entonces no volvió a cultivarse en los nuevos avances de la medicina y ni tiene la idea de hacerlo.
¿Es más capaz que el que se mantiene constantemente actualizado escuchando podcast, leyendo estudios y asistiendo a directos sobre medicina?
Buena vibra.
S&D.G